martes, 29 de septiembre de 2009

Sobre el periodismo y otras compañías radiales

Cuando se escuchan los trabajos periodísticos radiales que aparecen en la compilación de un invaluable CD publicado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que dirige con su sonrisa seria Jaime Abello, uno queda con la pregunta sobre nuestro periodismo. Son 11 trabajos que entre reportajes y crónicas, nos hacen pensar si la radio noticiosa que uno escucha a diario tiene algo qué ver con estos trabajos que dejan oir una radio que ayuda a entender el mundo en que vivimos y nos reconcilia con el oficio y el medio.

En ocasiones el periodismo radial pareciera limitarse a ilustrar el titular del día con el testimonio telefónico del «personaje» que el tesón de los productores logra ubicar. Sin duda esto es necesario y contribuye al aspecto testimonial de toda buena noticia, pero no debería quedarse en esta parte.

Los espacios informativos se han enriquecido con largos horarios que les permiten asemejarse a lo que en el siglo pasado llamaban radio revistas. Hay variedades, la conversación, esa gran oferta que acompaña, es interesante, va y viene de un tema al otro (como la conversación cara a cara de la vieja mesa de café, o la visita puerta a puerta de las vecinas) y allí, salpicando las variedades, surgen las informaciones noticiosas. Todo esto suena bien y es muy importante porque le permite a la radio mantener su gran valor social que es generar espacios de compañía para los oyentes.

Pero… (el infaltable pero), cuando se analiza a la luz del abc del oficio, el esquema con el que se produce la información, la noticia, no parece quedar del todo bien parado. Como lo dice Alex Grijelmo en su clásico libro «El estilo del periodista», más allá y más acá de los tradicionales elementos de novedad e interés para el lector, en nuestro caso el oyente, sigue siendo cierto que la noticia debe responder a las clásicas 5 W que nos enseñó el periodismo norteamericano (Who, When, Where, What, Why), pero también el oyente necesita saber según quién, que nos remite al tema de las fuentes, y también para qué, o lo que es lo mismo con qué consecuencias, punto en el que se debe evitar caer en la opinión. Por último Grijelmo nos indica que también es importante aclarar cuánto, y no solo en las noticias económicas.

Muchas de estas preguntas suelen quedar sin respuesta cuando se escuchan las informaciones en radio, en particular porque solo se acude a una entrevista telefónica que no satisface el balance de fuentes. Pareciera que no hay tiempo para entrar en todos los elementos que constituyen la noticia y que lo único que importa es la competencia por entregar al oyente el mayor número de entrevistados, siempre en competencia con las otras emisoras. Competencia que se asemeja a las deportivas pues en últimas lo importante es el balance de goles (léase notas, léase entrevistas telefónicas).

Un nuevo abc pareciera indicar que lo que el oyente necesita se satisface con el balance que se hace al final de la emisión: cuántas notas (palabra equívoca como la que más cuando se trata de hablar de noticias), cuántos entrevistados. Y como en cualquier resultado deportivo hay escalafones: si se consigue la llamada primero que la competencia, vale más. Si el entrevistado es una personalidad pública, vale más que el académico o el experto. Si es extranjero más que nacional, y así hasta el cansancio.

Hay valores muy importantes de la reportería que en este modelo de producción informativa no parecen tener importancia. En primer lugar la investigación necesaria para poder ofrecer al oyente un panorama completo de los diferentes aspectos del hecho noticioso. En segundo lugar, la presencia del reportero en el «lugar del acontecimiento», como rezaba la vieja fórmula del periodismo radial, para poder ofrecer a sus oyentes su testimonio y la descripción de aspectos que su oficio requiere y que suelen pasar por alto los actores directos. En tercer lugar tenemos el balance de fuentes, los diferentes puntos de vista, de intereses y valores que los acontecimientos pueden tener. Estos tres como más importantes pero no únicos.

Aquí valdría la pena diferenciar entre el cubrimiento en vivo y en directo que la tecnología permite y la producción informativa, como dos momentos importantes y necesarios en el proceso de trabajo profesional del periodista. El cubrimiento en directo es algo que el oyente aprecia, y que siempre debe realizarse cuando las circunstancias lo permiten. Pero en este ejercicio se entrega al aire el material en bruto, las impresiones no procesadas tanto del reportero como de algunos protagonistas de lo que después, debe convertirse en noticia, es decir, en acontecimiento procesado.

El cubrimiento en directo es la materia prima, la reportería, que debe permitir al periodista armar la noticia, con sus diferentes partes y valores: contextualización, diferentes puntos de vista, valoración de las consecuencias inmediatas y mediatas, análisis de las posibles repercusiones en el ámbito inmediato y en otros espacios, etc.

En este proceso de elaboración es en el que surgen las decisiones editoriales que nos permitirán dejar algunos acontecimientos en el simple cubrimiento, o si se quiere reducirlos al titular y unos datos más. Otros darán lugar a estructurar una noticia completa que exige ser complementada. Aparece en algunos casos la posibilidad de convertir toda esta información en reportaje, en crónica.

Es aquí en donde aparece la diferencia entre profesionales de la información y simple testigo. No olvidemos que, en este mundo de inmediatez digital, todos estamos en condición de ser testigos que con un teléfono móvil o con una cámara de bolsillo registran un acontecimiento y lo comparten con otros por medio de la red y de sus páginas interactivas. Pero no todos estamos en condiciones de procesar y elaborar estos acontecimientos hasta convertirlos en información, noticia, reportaje o crónica.

Quisiera terminar citando a Gabriel García Márquez, en su texto «El mejor oficio del mundo», cuando dice:

«… el periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición de la moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir solo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente».